jueves, septiembre 09, 2004

maldad en conserva

Al mediodía dos caramelitos que son un matrimonio lindo hacen un programa que en realidad parece haber sido hecho hace muchos años atrás. Acompañan en la animación un títere de planta carnívora que se llama Debora , un ratón que tiene una sección llamada Los Archivos de Archibaldo y que consite en desempolvar material visual antiguo, un panel de periodistas jóvenes y chistosos y un concurso digno de paseo a la playa. El programa se llama Pollo en Conserva y sus animadores, este matrimonio joven y tierno, comentan en pantalla lo chochos que están de ser papás, lo difícil que es en un principio y que se quieren mucho. LLamados del público que agradece verlos juntos en pantalla, recetas de cocina y una distención propia del hogar. Con esa misma inocencia invitan a uno de sus periodistas a que muestre la nota que realizó. Pues bien, consistía en coser un billete al bolsillo trasero de su pantalón y "probar" a los transeúntes. Las locaciones para pillar a estos ladronzuelos de la calle eran bastante conocidas: mapocho y el centro de Santiago. Más de alguno quiso sacarle el billete y era congelado en la pantalla para que todo el mundo lo viera y así lo pudiera identificar en la calle. Con la soltura de cuerpo digna de un idiota el periodista decía que hay que tener mucho cuidado porque la gente es bien pilla y ladrona. Y la Conserva con su maridito se reían y se impresionaban de la audacia y valentía del periodista que se fue a meter a Mapocho con lo peligroso que es. No hay que ser un delincuente profesional para querer robarse un billete de 20 lucas que parece estar a punto de caerse del bolsillo de un pantalón. Y si no se hace el intento por lo menos se piensa . Y eso no significa ser un criminal que anda suelto por la calle. El punto es que a traves de las pantallas de ese programa tan naif se dio a entender tajantemente que sólo se roba en Mapocho, que el peligro está en Mapocho y que hay que tratar de no ir a Mapocho. Así, relajados de cuerpo y como auspiciados por paz ciudadana, transmiten a la gente el miedo con el que hay que caminar por las calles delos barrios populares. Así, nuevamente, estigmatizan una vez más a un sector de Santiago y dejan en claro que los pobres son ladrones. Que de Plaza Italia para abajo está el peligro y que la única posibilidad de salvarse es andar mirando de reojo y sospechando de todas las personas que caminan por el lado.Y ellos todos lindos y con sus blancas sonrisas aconsejaban a sus televidentes que hay que andar con mucho cuidado por el centro de Santiago. Y el periodista orgulloso de su trabajo con cámara escondida inflaba el pecho y le faltaba Don Graff al lado para terminar de ser un sapo idiota y profesional. Y toda esa ternura televisiva se apolillaba en un par de minutos.

sábado, septiembre 04, 2004

wlad

Es pequeño. Solitario y que a veces huele mal. Fue el último de, si mal no recuerdo, tres hermanos más. Su llegada no pasó inadvertida porque en el momento en que su cuerpo apareció en el mundo supimos todos que era diferente. Se llama Wlad y es un perro pekinés albino.
Cuando el doctor lo examinó sentenció que Wlad no pasaría de los cuatro años. Así de tajante. Es decir, que sólo alcanzaría a conocer un cuarto de lo que un perro normal conoce en su vida entera. Sólo atinamos a encojernos de hombros y aprovechar al máximo a este perro extraño que venía de visita al mundo por un par de años no más.
Ya ni siquiera recuerdo si en algún minuto me acordé de lo que dijo el doctor, no lo recuerdo porque tampoco estuve pendiente de la muerte los primeros cuatro años de su vida, porque pasaron cinco y seis. Hasta ahora que son 10 y el Wlad sigue aquí, con su mirada infinita y la nariz rosada como un chancho.
Si existe vida en otro planeta el Wlad debe ser, sin duda, el símbolo de su escudo, la mascota oficial y la raza más común y corriente del sistema interplanetario. No sólo por sus ojos de color indefinido y su parecido casi exacto al dragón de la historia sin fin. Lo que lo hace de otro planeta es lo que es él. Paciente, observador, reflexivo, pacífico. No ladra al menos que alguien lo esté observando, se hace amigos de los gatos y les convida de su comida, observa las estrellas en las noches de verano, es fiel hasta decir basta, obediente sin necesidad de haberle enseñado nada. Y es muy pero muy extraño a primera vista.
Si en algo acertó el veterinario es que su complicada salud iba a requerir cuidados específicos. Y es así. Sólo debe comer un tipo de comida, tiene problemas al corazón, a veces cojea, está medio ciego, se le caen los dientes y le dan ataques de epilepsia que llamamos chiripiorcas para que no sean tan terrible. Está piturri. Muy piturri. Pero ha vivido 10 años. Una década de mi vida ha estado presente, de testigo cuando iba a las fiestas de colegio, acompañandome cuando estudiaba hasta tarde para la universidad, revoloteando contento para los dieciochos, llorando en las navidades ansioso de ver tantos regalos, conociendo a mis pololos, enseñandole a mi amiga feñi a querer a los animales, celebrando los cumpleaños de todos. Viéndome crecer, viéndolo envejecer.
Que nadie me diga que es sólo un perro porque los afectos no se miden por niveles de conciencia. Sólo se entregan, de diferentes modos y lenguajes; se presentan cuando las relaciones son sinceras y profundas y eso se da en todos los estratos de la humanidad.
Al Wlad yo le digo que lo quiero, y que lo quiero cerca. Que aparezca pronto porque desde que se perdió, el miércoles 1 de septiembre, estoy con el alma en un hilo y el cuerpo medio descosido. Y que llegue rapidito porque como van las cosas le queda mucha vida por recorrer.