lunes, enero 21, 2008

Rojo


Roja, roja, roja.
Si hubiese podido hundirme en su jugo y quedarme nadando en ese sueño dulce y pegajoso, lo hacía.
Me hubiese hecho una casita con las pepas, con una escalera larga que llegara hasta donde estás tu. Y besarte.
Reposaría en un agujero moldeado con una cuchara plateada, y desde esa ventana infinita mirar los atardeceres, los ires y venires de los bichos, los pollos caminando como bobos, la gata moviendo la cola y las hojas en blanco llenándose de historias hermosas como la de los señores de la montaña o Clementina la del pelo largo o las que siempre sueño que escribo y que no logro verbalizar porque aún no logro vivir en ese mundo.
Ese es el punto.
Vivir en ese mundo.
Reposar en un pedazo de sandía y dejar que los lápices bailen sin espantarse, tranquilos.
Como esos pájaros o las pelusas que sobrevuelan sobre mi cabeza.
Juro que si hubiese podido nadar en ese jugo colorado, dejaba mi maleta deshecha y me quedaba ahí por un buen rato.
Libre y totalmente a gusto.

lunes, enero 14, 2008

Privilegio


Los verdaderos privilegios, a mi modo de ver, son los que me acercan a la esencia de las cosas. Situaciones puras y genuinas, imposibles de encontrar en el mercado porque los verdaderos privilegios no se venden. Se encuentran.
Los verdaderos privilegios son, en ocasiones, inexplicables. No puedo explicar lo que siento al tener el privilegio de ver sonreír a mi sobrina, o mirar un cielo completamente estrellado, o cruzar mi mirada con la mirada de Leo. No puedo ni quiero explicarlo porque ser privilegiada es algo íntimo, personal y que se agradece en silencio.
Los verdaderos privilegios aparecen de repente, sorprendiendo pero, por sobre todo, vistiendo de paz y alegría los instantes.
El domingo fui privilegiada. Caminé hasta llegar a la chacra, saque choclos, cebollas y papas y cociné el más delicioso y milagroso tomaticán que he comido en mucho tiempo. La energía de la tierra llegó a mi estómago y a mi corazón, haciéndome sentir poderosamente feliz.
Un privilegio que no olvidaré jamás.

lunes, enero 07, 2008

La Fiesta China y el Año Nuevo Mío


De repente fueron las 12 de la noche y llegó el 2008.
Frente al mar y el cielo iluminado. Como alimentándose mutuamente de las luces de fantasías que explotaban ante nuestros ojos emocionados.
Porque este año nuevo, si bien de un tiempo a esta parte ese minuto de los abrazos y buenos deseos me emociona, si que estuvo lleno de esa cosa pastosa que se coloca en medio de la boca y el corazón y que hace que los ojos hablen por si solos y que la sonrisa salga porfiada aunque una no quiera y que todas las cosas de repente parecen un privilegio, una fortuna, un don. Y no es que se disfracen. Simplemente es que ese minuto de cambio temporal me hace sentir profundamente viva. La constatación real de que el tiempo pasa y sigo aquí rodeada de árboles, mar, Leonidas, familia, perros persiguiéndose la cola, olor a papas fritas, palabras en otros idiomas, enciclopedias con los mapas de los viajes de mis sueños, cuchuflíes, un cuaderno en blanco. Eso. Eso y más. Y más cosas que si pienso bien puedo disfrutar por estar en este mundo parada, vivita y coleando, sin dormirme. Atenta.
De repente fueron las 12 de la noche y llegó el 2008.
Sin promesas.
Sin esperanzas.
Con deseos concretos, palabras exactas.
Nada de esperar. Sino que hacer.
Nada de prometer. Sino cumplir.
De repente fueron las 12 de la noche y llegó el 2008.
Un año lleno de Amor.
Sea del chancho, del perro o de la serpiente.
Es más, que a mi jardín vengan todos, para que esperar 12 años si podemos estar juntos en las buenas y en las malas. De eso se trata este embrollo que es la vida.

Bienvenido dos mil ocho.