martes, octubre 20, 2009

fffuit






Y así, de repente, todo comenzó a oler a naranjas.

Yo misma sentía el perfume dentro de mí, internarse por entre mis poros, sujetar mis órganos internos, explorar el corazón.

Y aunque yo avanzaba, ahí se quedaba, flotando en el ambiente, jugando con la cola de los perros, formando una nube olorosa y fresca. Demasiada fresca para un día martes.

Debería agradecerle, sonreírle, preguntarle su nombre a la señora boliviana que todos los días exprime naranjas en la esquina de mi casa, silbando una melodía feliz, una musiquilla que de seguro endulza más el natural zumo de la fruta.

Ella que perfuma, que inunda de frescor una calle céntrica, merece un abrazo, una mirada amistosa, una demostración de agradecimiento por hacer de las ocho de la mañana una hora feliz, una hora salvaje con olores de selva y fruta.

Si, de repente todo comenzó a oler a naranjas.

Y es un buen comienzo para una historia.