viernes, junio 04, 2010

Oasis

¿Saben lo que pasa?
Me para los pelos, me hace llorar, me transporta, me mata y me da vida. Me rejuvenece y envejece. Me huele, me sabe.
Eso me pasa con la música. Con toda la que ha formado parte de mi vida, con y sin querer. De los casets comprados y de la canción que sonaba en la radio en ESE preciso momento.
De las canciones que canturreaba mi madre regando las plantas y de las que tarareaba yo en la micro, pensando en Pablo, Juan, Iván y cualquier cabro chico que me robó el corazón.
Está ahí, perenne, como un lenguaje inalterable, sólo posible de rescatar, hablar y leer cuando la música, el sonido melodioso que invade un instante, aparece con sus maneras y sus modales.
Es inevitable y poderosa.
Maldita y bonita.
Me acerca a todo aquello que, a veces, he querido olvidar. Me obliga a revivir, recomenzar, repensar. Revitalizar.
Me gustan las canciones, los coros, el platillo imperceptible, las imágenes, la historia. Todo lo que conlleva la música.
Y la llevo dentro porque mi padre la lleva en su sangre, si es que él no es la materialización de alguna nota musical particular, de algún ritmo, de alguna canción hermosa que hable de campos verdes y un niño libre.
Él me enseñó a amarla, a respetarla y conocerla. Y es él el que mejor representa para mi el significado de la música.
Mi padre es una canción, un disco, un artista, una melodía, un estribillo, una banda sonora, una anécdota.
Mi padre es todo lo posible de abarcar con la música. Y creo que si mi padre volviera a nacer, sería lo mismo, y me enseñaría lo mismo, y yo aprendería lo mismo. Como una cadena indestructible de amor y respeto.
¿Por qué todo esto?
Porque para estar con mi padre cuando él no está, escucho la radio.
Busco canciones que me inviten a su corazón y a su maravillosa y particular historia.
Desde que me independicé, lo extraño más.
Y desde que lo extrañó más es que persigo a Elvis Presley, Neil Sedaka, Johnnie Ray, Brenda Lee y a un montón de voces que me susurran, un poco, la historia de mi viejujo.
Mi padre es el puente que me ha llevado a sentir que sin música mi historia es la mitad. La otra, es sorda.
Y más allá del recuerdo y de las fotos, mi padre está, ha estado y estará porque siguen existiendo los sonidos que me unen a él.
La música es vida ¿no?