miércoles, julio 27, 2005

Nombrarme.
Cualquiera puede nombrarme. Deletrearme.
Cualquiera puede identificarme. Cualquiera puede decir mi número de celular.
Cualquiera puede memorizarme.
Nadie puede alcanzarme, tomarme y elevarme.
Colocarme.
Hay tantas formar inútiles de ser. La palabra y la voz.
El cuerpo distraído que camina por las calles y que se pierde derepente en otras calles y en otros cuerpos.
Tomar un té, inflar un globo, conocer la canción de un pájaro.
Saber tu nombre y que sepas el mío.
Y no saber sólo el nombre. Saber que haces de noche, en tu cama. Con tus manos.
Y después mirar las hojas de tu cuaderno y no tener idea qué escribes.
Oír ladrar un perro o soñar con grandes cocodrilos mordiéndote las piernas.
No conozco a nadie.
Y nunca lo haré.
El ideal de todo es no tener idea de todo y partir de la nada. Y preguntarse leseras. Y un día mirar las sombras de los árboles en tu rostro y sentir que recién ahí empieza y termina todo.

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