sábado, julio 30, 2005

CHIS POP

Ayer fui a una mini fiesta y me drogué. Pero me drogué con Chis Pop multicolores.
Lo primero que hago al entrar en la casa es ver unos platos rebosantes de bolitas verdes, amarillas, naranjas y fucsias. Hace años, pero de verdad años que no iba a una fiesta de gente grande donde hubiesen Chis Pop como comida. El punto es que me reí, mencioné esto de la gente grande y miré los platos de golosina con una indiferencia y desinterés tan grandes que jamás pensé que me pasaría lo que me pasó.
Me senté con la Musa al lado de la mesa con comida, mientras las demás personas compartían de pie o alejadas de ella. Y sin saber cómo empecé a tragar y tragar Chis Pop como si no hubiese comido nunca.
Eran un vicio, no podía dejar de hacerlo. Es más, rellenaban el plato y nuevamente lo vaciaba con mi furia devoradora. La Musa también comía así que puede dar fe de que, en un instante, nos comenzamos a reír de cualquier cosa, de cualquier situación, de las caras que poníamos y sobre todo de nuestra patudez al estar sentadas ahí, a lado de la mesa, acabando con todo.
Me vino una especie de calor, mis mejillas estaban coloradas y mi cuerpo comenzó a relajarse tanto que me acomodé en un sillón y me quedé ahí, como succionada por una especie de comodidad de fantasía. Todo parecía un gran Chis Pop, todo estaba coloreado por esos colores sospechosamente vivos de los Chis Pop.
Me acordé, en un instante, de los cumpleaños de niña, cuando uno terminaba con bigotes de fanta, dolor de guata, despeinada y colorada. De tanto comer y correr y pasarlo bien. Tenía la misma sensación de antaño, esa de algarabía llevada al extremo. Y creo que me veía como antaño, colorada y sentada en un sillón haciendo pucheros, riéndome de la nada, riéndome con el cuerpo. Todos mis músculos estaban relajados. Teorías sobre los Chis Pop iban y venían. Para mi, tanto colorante no es sino la explicación de mi estado y del estado de los niños en los cumpleaños cuando comen como enajenados golosinas casi fluorescentes.
Demasiada azúcar fue la explicación de la Musa. Exceso de glucosa en el cerebro igual risa. Demasiada risa igual cansancio. Y demasiado cansancio igual sueño.
Me acosté temprano, bien arropadita en la cama. Y es más, me quedé dormida inmediatamente. Con las mejillas coloradas y cansada de reírme tanto. Desde los 8 años que no me sentía así. Lo que me hace pensar que posibilidades de regresar al pasado hay muchas, y una de ellas consumiendo en exceso Chis Pop.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que hermoso texto.
gracias por compartir ese bonito momento de felicidad, ese racconto de niñez junto a golosinas que nos acompañaron en esos años felices.


Un abrazo.

Rodrigo.