miércoles, agosto 17, 2005

ciruelito

Si. Los ciruelos en flor huelen bien. Como a aire limpio.
Hoy pasé por debajo de tres y al último lo agarré de unas ramas y lo moví. Y quedé llena de pétalos blancos.
Pasaban los autos furiosos por Bilbao y yo debajo de ese árbol muerta de la risa. Y dos perros mordisqueándose la cola. Y olor a pan. Fue como una cadena de sucesos suaves, felices, inexactos.
Hoy, frente a una copa generosa de vino, sentí que este mundo bobo me devuelve la mano descaradamente. No sólo por la deliciosas escamas del vino sino que porque miraba mi reflejo en un vidrio y pucha, estoy ahí, y aquí y en los ojos tuyos y del resto que me quiera mirar.
Dulce, tibio, miércoles.

Y cómo hacer para dejar de amasar la fortuna del olvido
y definitivamente conquistar esa tierra seca de la nueva vida.
Arada estará, empequeñecida al principio.
Cubierta de pasto al final.
Que no es el de mis días sino que el del sol.
O sea cada día con su noche
y su jilguero en mi oído
y ese ciruelo querido
ese ciruelo que no se acaba hasta que termino de mecerlo por completo
y comienza de nuevo en mi.

1 comentario:

SWAN PXAJ MONTANÉ dijo...

¡bendita sea tu sensibilidad conectora!