martes, septiembre 15, 2009

Cassè


Algo roto es algo marcado.

Inevitablemente.

Aunque existan los pegamentos más pegajosos.

Cuando algo se rompe, queda marcado con esa fisura casi imperceptible pero sutil y perturbadoramente notoria.

Lo roto está ahí y siempre estará.

Como una costura apurada, un plato picado, un azulejo trizado, la madera raspada.

Esas marcas de lo roto y ajado.

En la vida, en nuestro cuerpo, en el espíritu.

En lo que se ve y en lo que no, lo roto queda como la manifestación de la vida de los otros en la propia. 

Y, también, de cómo una misma se rompe, se aja, se daña.

Nada se puede hacer, sólo tratar de pegarlos y de que permanezcan unidos.

O, simplemente, dejar los pedazos tirados en una parte de la historia, inmóviles, congelados.

Lo roto y lo nuevo deambulan en la vida.

Cuando las cosas que verdaderamente me importan se rompen, me transformo en una especie de artesana. Trato de unir, de moldear, de lijar. Restaurar, coser; sabiendo muy claramente que lo roto siempre va a quedar porque cuando lo que se rompe es aquello que más nos ha hecho felices, la torpeza por querer recuperarlo deja las marcas más grandes porque implica el trabajo más delicado.

He sido artesana como también he barrido los pedazos, tirándolos a la parte más honda de mi propio basurero.

Y así y todo, lo roto permanece.

En la memoria, en la de los otros.

Quizás cada uno es algo roto, que se compone día a día. Con los pedazos viejos o con los nuevos.

No sé.

Sólo digo que la vida que se rompe, lo hace una y otra vez.

Y que espero no quedar ciega recogiendo los pedazos más pequeños.

1 comentario:

Agnes dijo...

lo roto deja marcas
las marcas son cicatrices
las cicatrices son formas
formas que hacen las diferencias y nos entregan la individualidad