lunes, enero 31, 2011

Día de Gatos


El domingo 9 de enero de 2011 lo recordaré como el domingo de gatos.

Con Leonidas nos levantamos decididos a levantarnos pero en el camino nos volvimos a quedar dormidos. Por tal, almorzamos tarde y el domingo comenzó a ser cada vez más espontáneo y horizontal.

Fue así como decidimos ver una película que le regalé a Leonidas para Navidad: El Regreso del Gato, de Hiroyuki Morita, que narra la historia de Haru que, por salvar a un gato de un atropello, se ve inmersa en un montón de gatunas y peculiares situaciones.

Después de ver esa película quedé con la sensación de que tener un gato o una mascota es algo que a una le hace muy bien. Pensé en todas las mascotas que he tenido a lo largo de mi vida, recordé las locuras que hacían, la presencia que tuvo en nuestra vida familiar. También pensé en lo perros callejeros que he conocido, en los nombres que les he puesto, en sus miradas, sus marcas.

Todas esas reflexiones me hicieron escribir este post en mi blog y con Leonidas comenzamos a pensar cuál sería la mascota ideal. Yo siempre he querido un gato, me encantan, divierten y me sorprenden. Siento que tengo afinidad con ellos y que su personalidad es muy parecida a la mía. Leonidas, por su lado, es medio alérgico y es de la idea de que los animales deben estar lo más libres posible, cosa con la que estoy de acuerdo pero no soy tan estricta.

Sin llegar a ningún acuerdo, nos pusimos nuevamente en forma horizontal para ver otra película y mientras la veíamos, escuchamos un MIAUUUUUU fuerte, claro y desesperado. Me hice un poco la lesa, pensando que ese sonido desaparecería por arte de magia, pero no. Siguió, cada vez más angustiado.

Me levante y asomé por la ventana y, al no ver ningún gato por ahí, llamé “cuchito, cuchito” y un MIAUUUU me respondió, mientras veía una cosa diminuta y oscura acercarse al lugar donde escuchó el llamado.

Era un pequeño y negro gatito, que corría con desesperación tratando de encontrar, de seguro, a su mamá o a sus hermanos. Pero sólo había enormes árboles, oscuridad y silencio.

Miau, miau, miau y ya no lo soporté. Bajé en pijama, lo tomé y acurruqué, y subí con él al departamento.

Leonidas me esperaba con cara de duda e incertidumbre. Y yo también sentía lo mismo. ¿qué hago con una criatura tan diminuta?

Parado en la mitad del living, comenzó a curiosear, a enredarse en nuestros pies, a maullar con un poco más de confianza.

Le serví leche, le puse una caja de zapatos con tierra, le pasamos una rana de plástico, un chaleco viejo y apagamos la luz.

Luego de unos minutos de llanto, el silencio se apoderó de nuestra casa y todos cerramos los ojos.

Y amaneció el lunes 10 de enero de 2011, un día después del día de gatos, con Cicerón despertando, usando su cajita y mirándome con unos ojos que me reconocen, agradecen e invitan a conocerlo.

Magia, coincidencias. No sé. Sólo está acá y nos haremos felices mutuamente.

Porque ¿de eso se trata tener una mascota? ¿o no?

1 comentario:

Anónimo dijo...

UN BUEN RELATO.