miércoles, agosto 18, 2004

BRU.PRH

Sigo ahora. Pues casi que me muero. No concebía la idea de equivocarme en algo que es tan esencial en un viaje: los horarios. Pucha la lesera, casi que mi vida se me va, casi que pierdo los estribos y me quedo en un estado de ausencia de por vida.
No paso nada de eso, Rodrigo me dijo que no servía alguien histérico y partimos cargados y nerviosos a tomar un taxi. En el negocio de la esquina el dueño llamó uno y creo que su amabilidad logró tranquilizarme un poco. Por la ventana miraba el último paisaje de Bruselas con la sensación de que esa no era la manera de decirle chao a tanta cosa buena. Ahora pienso que fue una de las maneras en que se presentó el adiós.
Llegamos al aeropuerto, nos chequeamos y entramos inmediatamente. Esperaba ese momento porque me senté en la silla de la salita de British Airways y empecé a sollozar como caura chica. Solita en una silla y llega Rodri y se ríe de mi y me abraza suavecito. Y eso fue, un grito, un llanto y una risa, como canción de Leo Dan.
Tate.
Praha llega a nosotros como un rey bien coronado pero con traje apolillado. Hermoso y viejo, lleno de gente pero solo. Es una contradicción su belleza y sus adoquines viejos, su idoma ancestral y sus extrañas maneras de comer. Ha sido extraño.
La verdad estoy medio curadita por una salida tan entrete que solo exige ser bien contada y ahora el sueño me mata.

Tomé un licor de ciruela bien fuerte que un checo nos invitó en un bolichito. Él estaba con un gringo que era el doble de Richard Gere de California, marino de profesión y de vacaciones en ese momento. Con sus ojitos azulitos y sonrisa VIP de viejote rico intercambiaba palabras conmigo y me enseñaba a pronunciar bien pronunciadito palabritas gringas dulces. Eso fue reciencito pero antes estuvimos como 8 horas caminando y a mi como que me da la lesera, como ahora que quiero dormir y chau no más.

Carola


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