miércoles, junio 22, 2005

zapatitos verdes en un árbol nevado


En un viaje a Villarrica, hace algunos años.
Camino al volcán pequeños senderos marcados por árboles y manchados de una nieve demasiado blanca.
Contrastaba con la oscura y húmeda tierra. Bello, de verdad.
Triste también.
O perturbador.
Y sentí que la nieve es un paisaje demasiado vivo. Algo así como la soledad llevada a materia. Y lo hunde todo, lo esconde todo en su blancura exagerada, en su frío medio tormentoso.
Mientras miraba ese paisaje de troncos huecos y manchas blancas sentí una conexión con la naturaleza que me unió a todo. Y me unió a mi misma.
Y la nieve me gusta porque me recoge.
Y los zapatitos verdes en un árbol nevado tienen que ver con lo que siento ahora. Una suerte de iniciación, de condena, de botar y empezar. De quebrar un poco el paisaje con un color indescifrable.
El verde sobre el blanco.
Yo vestida de rojo sentada en el tronco.
Un día de nubes oscuras y el rojo y el verde rompiedo la calma.
La naturaleza.

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