domingo, noviembre 12, 2006

LU

Caminando a las 10 de la noche por mi calle.
Voy a dejar a Leonidas a la esquina.
De la mano, con chalitas, abrazados.
Hay gente en la calle y Vodanovic, el perro canoso, se arrastra por el suelo.
Como su propio ritual de la felicidad.
Después
sale corriendo y moviendo la cola.

LLego a la esquina. La noche está fresca.
Pasan pocas micros.
Me despido.
Que te quiero, que me quieren.
Un beso.
Suave, mío.

Camino de regreso.
La noche está fresca, corre viento.
Observo mis pies de uñas rojas.
Con chalas.
Tengo una sensación.
La sensación de que había estado esperando esa sensación por mucho tiempo.
Pero no la estaba esperando.
Es decir, cuando la sentí me di cuenta que la extrañaba, que la necesitaba.
Que la añoraba.

La sentí.
Esa sensación.

Y sonreí. Y levanté la mirada y respiré.
Y vi al vecino y lo saludé.

Volví a mirar mis pies con chalas.
Mis manos.
Mi polera.
Pensé en Leonidas.

Y si.
Hace tiempo que no sentía eso.
Sin nombre, sin definición.
Sólo eso.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pucha...es que no me gusta sentir envidia...

SWAN PXAJ MONTANÉ dijo...

carola querida, te informo que naturaleza insaciable acaba de ser remodelado, y coloqué tu blog en mi set de vínculos... como hace rato tienes un lugar en mi alma aunque no nos veamos, es lo justo. chao, florcita.